¿Qué democracia queremos?

“Many forms of Government have been tried and will be tried in this world of sin and woe. No one pretends that democracy is perfect or all-wise. Indeed, it has been said that democracy is the worst form of government except all those other forms that have been tried from time to time”.

– Winston Churchil-

Ferran Requejo, catedrático de ciencias políticas y sociales en la Universidad Pompeu Fabra y  Director del Grup de Recerca en Teoría Política (GRTP) dio una charla en vivo en el último evento mensual de la temporada de TEDxBarcelona. Para intentar contestar a la pregunta de ¿Qué democracia queremos?, Requejo nos habló de democracia, BREXIT y del sistema electoral español.

La democracia, de acuerdo con la Real Academia Española, es una forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos.

Existen muchas dudas acerca de la validez y legitimación de esta forma de gobierno, aunque mayoritariamente es vista como el sistema “menos malo” de todos.

¿Cómo es la democracia que queremos?

Todos queremos una buena democracia, pero ¿Qué entendemos por “buena”?

Según Ferran Requejo, la ciencia política – teoría – y la política comparada – práctica – parecen indicar que, teniendo en cuenta que existen graves conflictos en nuestra sociedad, la mejor democracia es aquella que soluciona los problemas de la ciudadanía.

A continuación, detallamos 4 de éstos problemas los cuales – según Rejero- , deben ser analizados de forma contextualizada. El sistema electoral más adecuado, vendrá siempre determinado por las circunstancias y factores relacionados con los conflictos.

Relación entre democracia y globalización

La democracia en el mundo moderno ha sido construida para desarrollarse a nivel estatal y no global – es decir, para los Estados o países, y no para entes supranacionales.

Funcionamiento de las instituciones

La separación o división de poderes según Montesquieu, consiste en la división de las funciones fundamentales de un Estado en los siguiente poderes: el legislativo (Parlamento), el ejecutivo (Gobierno) y el judicial (Tribunales). Existiría un sistema entre ellos que permitiría que se controlen entre ellos mediante un sistema de checks and balances.

Pero atendiendo a la práctica, en los actuales estados, la separación de poderes no es clara En algunas democracias, el poder ejecutivo tiende a colonizar el poder judicial, que cede ante la voluntad del Gobierno y sus intereses.

Además, las propias instituciones no acaban de funcionar individualmente de forma correcta. Por ejemplo, respecto del poder legislativo, la representación en el Parlamento, mediante las elecciones, no suele plasmar de forma totalmente rigurosa lo que opina el pueblo en el momento del voto.

Desigualdades

En toda democracia es fundamental la igualdad de la ciudadanía, y que ésta no sea sólo usada en discursos políticos retóricos sino que también sea llevada a la práctica. Existen muchas fuentes de desigualdades, entre las que se encuentran las siguientes:

– Minorías: deben ser reconocidas y no discriminadas.

– Desigualdades socioeconómicas: Eurípides o Aristóteles afirmaban que ni los más ricos ni los más pobres eran personas adecuadas para dirigir ciudades, puesto que todos intentan mejorar su situación. En consecuencia, las democracias tienden a ser más estables cuando mayor es la clase media.

– Desigualdad de género: una lacra que arrastramos del pasado y aún está por erradicar.

Está demostrado que las democracias con menos desigualdades – Países Nórdicos, Japón… – son las que tienen asociadas menos problemas políticos, menos violencia y menos encarcelamientos. Por tanto a mayor desigualdad, mayor inestabilidad social.

Ecología

Tradicionalmente ha predominado una posición escéptica o reacia a contemplar seriamente problemas medioambientales como por ejemplo el fenómeno del calentamiento global.

Una vez delimitados los grandes núcleos de desigualdad, Ferran Requejo inició una reflexión que quiso compartir con los asistentes. Sus palabras reflejaban una necesidad de no sólo analizar nuestro sistema político, sino también la actitud de los ciudadanos respecto de la política.

Requejo cree que merece la pena indagar de un modo mucho más profundo sobre la facilidad con la que los actores políticos engañan a la ciudadanía.

Añadió que “se trata de evaluar la potencia que tienen los discursos demagógicos para crear un estado de opinión favorable al emisor del mensaje”. Habitualmente, existen dos máximas aplicables: cuando más simplificadas las ideas que se transmiten, mayor éxito tienen; y es más fácil engañar a mil personas que a una sola.

El por qué la demagogia triunfa, ya sea de derechas o de izquierdas, es un tema complejo ante el que no hay soluciones fáciles. A mediados del siglo XIX, en la época de Lincoln, los discursos políticos tenían un nivel analítico de un estudiante universitario, no extremadamente alto pero tampoco bajo.

El nivel actual, aún con la existencia de los medios de comunicación y las redes sociales, que deberían facilitar el acceso a la información, es el de un adolescente de unos trece o catorce años. Se usa ahora la generalización en estos discursos, que implica un análisis más superficial de la situación y las soluciones propuestas. El tiempo se contrae – los discursos son más cortos – y el espacio se fragmenta – la información se hace llegar al ciudadano por multitud de vías. Al final, se transmiten pocos conceptos e ideas, con la exclusiva finalidad de dar la impresión de que el que habla tiene soluciones.

Analizando el actual panorama politico convulsionado por el Brexit; Ferran desgranó los entresijos y las consecuencias democráticas de este fenómeno ¡No te pierdas sus conclusiones en el siguiente post!