Fuente: www.yorokobu.es
Nos enfadamos, nos reímos, nos enamoramos, nos asustamos … los sentimientos son aquello que nos hace ser humanos; es nuestra característica más única y personal. Ser humano es interactuar y compartir experiencias conjuntas con otras personas. Pero ¿qué pasaría si un robot también tuviera esa capacidad?
Si la ciencia y la tecnología nos están aportando algo – además de los numerosos y muy valiosos descubrimientos en el campo de la medicina o la ingeniería – son lecciones. La primera y más importante es que las apariencias engañan.
Cuando la científica Cynthia Breazeal presentó en 2010 su descubrimiento en el ámbito de la inteligencia artificial realizado en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), toda la audiencia quedó perpleja. ¿Cómo va a poder un robot entender el miedo? ¿O la risa? Pues todo ello ahora es posible ¡Bienvenidos a la era de los personal robots! un punto y aparte en la historia de la tecnología.
La interacción es un elemento fundamental en todo este proceso. Permite – entre otras cosas – que nos sintamos atraídos por aquello que nos está contando la persona con la que interactuamos o que podamos percibir si quien tenemos delante, es capaz de comprendernos o muestra interés por lo que estamos narrando. Cuanta menos rigidez o tensión entre uno u otro, mejor sintonía tendrá lugar entre los sujetos.
El trabajo de la doctora Breazeal, se rige en parte por extrapolar todos estos mecanismos de comunicación humana en robots. Podemos programar una máquina pero… ¿Podría esta interacción social acabar convirtiendo un robot en nuestro mejor amigo? La respuesta es sí.
A esta conclusión se llegó por medio de un fascinante experimento. Leonardo (Leo) es un robot que se ideó fruto de la exploración de la dimensión interpersonal de los robots. Como anécdota de las capacidades del robot Leo; Cynthia cuenta que cuando su colaborador Matt Berlin le mostró a Leo el peluche del monstruo de las galletas para ver si era capaz de verlo, Leo señaló el peluche con su mano.
Leo, durante el experimento . Fuente: www.businessinsider.my
Luego, Matt le dijo a Leo que el peluche era malo (“He’s a scary monster. He wants to get your cookies”). La sorprendente reacción de Leo deja escapar una ovación de sorpresa entre el público: Leo pone las manos delante de sus ojos con la intención de protegerse de ese “monstruo”. Como si sintiera verdaderamente el miedo. El peluche es nuevo para Leo y por el hecho de ser nuevo, Leo no sabe realmente qué hacer con él. Pero como nosotros, puede aprender sobre el objeto observando la reacción del otro; en este caso Matt desarolla el rol de instructor.
Esta respuesta pone de manifiesto la viabilidad de la interacción robot-humano. Una interacción que ya se ha puesto a prueba en acciones de nuestra vida diaria. Cynthia nos explica el caso de un robot que ayuda a perder peso. Ella y su equipo observaron que cuando era un robot quien les proporcionaba a los pacientes una tabla de ejercicios, estos interactuaban más que cuando era un simple ordenador quien les daba los datos.
Esto demuestra como aunque la funcion y calidad de los datos es exactamente la misma, las personas confiaban más cuando la máquina tenía fisonomía humana. Los vínculos que se pueden llegar a establecer son tales que ¡hasta somos capaces hasta de ponerles nombres!, exclama Cynthia, lo que nos hace ver hasta dónde llegan los pilares de la interacción humana.
Parece ser que somos conscientes de estos avances, ya que asignaturas como la robótica empiezan a aparecer en los planes de estudio de las próximas generaciones. Como ejemplo de esta integración de conocimientos tecnológicos desde una edad temprana, encontramos el MIT. En 2010 algunos equipos de trabajo del MIT empezadon a desarollar un proyecto educativo llamado Playtime computer.
El objetivo del mismo es expandir la imaginación de los niños al tiempo que se familiarizan con distintos procesos tecnológicos gracias a que este programa transforma cualquier habitación en un aula virtual. Lo interesante es llevar los personajes al mundo real, que el contenido pueda salir literalmente fuera de la pantalla, creando así ese ‘plus’ en la interacción del que hablábamos.
Puede que aún quede mucho camino por recorrer, pero está claro que los robots serán la base que sustente el futuro tecnológico a medio plazo. Como vemos, un robot podrá convertirse en nuestro mejor amigo, entenderá nuestros sentimientos e incluso será alguien apreciado para nosotros. La pregunta es ¿estamos y estaremos preparados para ello?
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